Las vacaciones que no fueron...
Entre todas las ganas del viaje, estaban el que iba a conocer a mis amigos blogueros (y de correspondencia), y no iba a ser testigo audiovisual, de como el presidente electo, asumía el poder y nuestra adorada Presidenta, se nos iba del Palacio de la Moneda.
Pero como un propone y Dios dispone, el 27 de Febrero, se vino el quinto terremoto más fuerte en intensidad que la historia del mundo tiene conocimiento, (también tenemos "la suerte", de tener el número 1) lo que provocó que mi viaje de mis merecidas vacaciones y mi premio de titulación se fuera al tacho de la basura.
El estar sin energía eléctrica durante casi 10 días, y con un temor de un posible saqueo, hizo que cualquier expectativa de partir se fuera a la punta del cerro, pues de irme sería para mí abandonar el barco, a pesar de que este barco nunca tuvo ni el más mínimo riesgo de hundirse. El tema no va por ver que no pasa nada estructuralmente, sino que va en el ánimo. Como soy un ser con mucha EMPATÍA, dejar a mis papás y la familia sola, al menos para mí no era lo adecuado.
La abuelita Ismenia, aún grave y hospitalizada, era otra razón que me hacía meditar el tema, que a pesar de las conversaciones con mi núcleo familiar, era que había que partir.
Sin embargo, el Lunes 16, la abuelita partió. La acompañé en su velatorio y le di la despedida. Hoy me siento tranquilo, de estar donde tenía que estar. Lo principal, era estar con ella y los míos.
¿ Y México?. Esperará. Ojalá que la tercera sea la vencida.